¡Qué lo disfruten y tengan un maravilloso día!
Ricitos de oro
Había una vez una niña con el cabello tan rubio y enrulado que la
llamaban Ricitos de Oro.
Una tarde, se fue al bosque a cortar
flores. Caminó y caminó y, cuando llegó al centro del bosque, encontró una
cabaña muy linda. Nunca antes la había visto, pero a Ricitos esta cabaña le
pareció encantadora.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2CwbTH7Fe5S7AQ_A8aJTohZ-w6_i1YeMWUvAijh6UAcQqS6o9JWrIr4g0gVb9UkNDF3FG9_M8q2VKCX8Ag-78X63m3x2Jr4WEZ8WAjcUIpuLmI5qy25-aPimixN0GFrvo8Taz57LYe_jA/s320/djeco-dj07211-puzzle-silueta-ricitos-oro-p-PDJEDJ07211.1.jpg)
La familia no estaba en la casa en ese
momento. Ricios vio una mesa y tres sillas azules. Una silla grande, otra
mediana, y otra chiquita. Ricitos de Oro fue a sentarse en la silla grande,
pero esta era muy alta. Luego, fue a sentarse en la silla mediana. Pero era muy
ancha. Entonces, se sentó en la silla pequeña, pero se dejó caer con tanta
fuerza que la rompió.
Sobre la mesa había tres tazones con sopa.
Uno grande, otro mediano y otro chiquito. Ricitos tenía un hambre tremenda, así
que probó el tazón mayor y como estaba muy caliente lo dejó a un lado. No
quería quemarse la lengua. Probó el segundo tazón y estaba caliente también,
aunque no tanto como el otro, pero igual no era de su gusto. Así que probó el
tercero, que estaba frío y se lo tomó todo. Cuando llegó al final, le dio un
lengüetazo al fondo, como hacen los gatos.
Tanto había comido Ricitos de Oro que le
dio sueño. Entró al cuarto de al lado; y otra, chiquita. Ricitos se acostó en
la cama grande, pero la encontró muy dura y áspera.
Luego, se acostó en la cama mediana, pero
le pareció muy blanda y se hundía en el colchón. Después se acostó en la cama
chiquita. Y esta si le gusto, tanto tanto que se quedó dormida.
Ricitos de Oro estaba dormida, cuando llegaron los dueños de la
casita, que era una familia de osos, y venían de dar su diario paseo por el
bosque.
Cuando entraron, enseguida notaron algo raro.
-¿Qué pasa acá?- preguntó el oso, gritando muy fuerte-. ¡Alguien
ha tocado mi silla!
La osa gruño un poco menos fuerte:
-¡Alguien ha tocado mi silla!
El osito lloró bajito:
-¡Alguien se comió toda mi sopa!
Los tres osos, tristes y hambrientos, decidieron irse a la cama.
También en este cuarto los osos notaron algo raro…
-¿Qué pasa acá?- se preguntaron, y sonaron entonces las tres voces
de los osos: la del oso muy fuerte, la de la osa un poco menos fuerte, y la del
osito, que era una voz bajita.
El oso dijo con voz ronca y
muy fuerte:
-¡Alguien ha dormido en mi cama!
La osa dijo con su voz menos fuerte:
-¡Alguien ha dormido en mi cama también!
El osito chilló bajito:
-¡Alguien está durmiendo en mi cama!
Ricitos de oro se despertó. Abrió los ojos de par en par y al ver
a los osos tan enojados saltó de la cama y echó a correr por el bosque. No paró
hasta que encontró el camino de su casa.
Adaptación de Patricia Suárez.
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